domingo, 19 de abril de 2009
Éxito de la tercera edición de la cena y festival flamenco a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Virgen del Valle · Grilo y Poveda ponen bocabajo la bodega Real Tesoro
Francisco Sánchez Múgica / Diario de Jerez
Cuando el arte es tan generoso, tan desprendido y abrazado a una noble causa sobran todas las palabras y los comentarios. Cuando surgen, en una sociedad acomodada como la nuestra (pese a la coyuntura que padecemos), citas como las de la noche del pasado viernes, donde lo realmente importante es lo que se hace y entrega por y para lo demás y no lo que uno suma para sí mismo, aquí ya hay directamente que quitarse el sombrero y decir chapó. Chapó por la Hermandad del Cristo de la Expiración y la peña Los Cernícalos, ilustres instituciones que han hecho posible que, con la colaboración de Bodegas Real Tesoro, la cena/velada flamenca a beneficio de la Bolsa de Caridad de la Virgen del Valle haya vuelto a ser un rotundo éxito de participación por tercer año consecutivo.
Pero es que, además, generosa y solidaria como es esta bendita tierra, la noche no pudo ser más especial. Intercambiando impresiones con la máxima responsable de la Cultura jerezana, Loli Barroso, llegamos a la conclusión de que sólo en Jerez, en una misma noche y por un precio más que moderado, uno puede asistir a una cena de primera; disfrutar con un flamenco de Champions League; y, por si fuera poco, contribuir con un objetivo más que justo: ayudar a quienes más lo necesitan en estos tiempos revueltos de crisis y recesión económica.
Las actuaciones estelares corrieron a cargo del bailaor jerezano Joaquín Grilo y del cantaor badalonés Miguel Poveda. Ambos estuvieron respaldados en sus intervenciones por el pulcro y contundente toque del también jerezano Alfredo Lagos. Primerísimas figuras del star system del flamenco actual que acudieron al recinto de la familia Estévez con la misma profesionalidad de siempre y dispuestos a entregarse tras haber recibido la urgente llamada de la solidaridad.
Grilo y Poveda parecen bendecidos por aquello que proclamaba el llorado Chano Lobato: "Me gusta tanto esto, que trabajaría hasta gratis". El padre de Caracol escuchó cantar a La Paquera y le dijo que Dios, cuando tira una pelotita, sabe bien dónde la tira. Ese toque divino parece residir también en dos artistas que ofrecieron sus mejores galas en las casi dos horas de actuación que propusieron ya entrada la madrugada de ayer.
Carmen Grilo doliendo por soleares de Tomás Pavón y su hermano Joaquín retorciéndose, haciendo como el que improvisa mudanzas de ensueño. José Valencia lamentándose por el Moreno, recordando los ecos de Silverio, La Parrala y Juan Breva. Y Joaquín pisando con fuerza las tablas, a pecho descubierto, a porta gayola. Frenando en seco y dibujando en el aire, con toda la sutileza y el histrionismo que encierra en su interior, una media verónica de Paula. Remate sin solución de continuidad por bulerías. Todo recuerda a Leyenda personal, su último espectáculo. Más Grilo, más Carmen, más Lebrija. Miren ustedes, yo esto no alcanzo a explicarlo. Qué no. Que a Grilo hay que verlo, que hay que paladear su baile inalcanzable, inabarcable. Que hay que dejarse engañar por sus quiebros y escorzos. Sinuoso, apuesto, socarrón.
Grilo en estado puro. Del compás binario a la amalgama. Principia por tangos y sale airoso en un fin de fiesta en el que regala su amplio repertorio de grilerías: se cubre la cabeza con la chaqueta, se sube los pantalones hasta las rodillas, se agita, parece que se cae pero acaricia tierra firme con sus manos. El público entregado con el flamenco generoso y proverbial de Joaquín y su gente.
Poveda arranca por cantiñas de Manolo Vargas, Pericón y Pinini. Cierre por bulerías de Cai caracoleando con el maldito calderero. Su perfecta afinación y colocación de una voz cantaora y armoniosa de ricos y variados matices, le llevan al recogimiento, a escudriñar entre los recovecos de su garganta. Ahí pellizca sin contemplaciones. Geniales falsetas de Lagos en la malagueña de Chacón -tan clásicas como rabiosamente frescas-. Tras ella, el par de abandolaos con recuerdos en los tercios a la rondeña de Romero y los verdiales de Vallejo. Exquisito gusto y una sensibilidad en el toque portentosa. Soleares de Charamusco, revisitación personalísima de los cantes maireneros en la voz del gachó catalán que parece por momentos plazuelero. Su clásico recital sin concesiones. Echamos en falta sus cantes de Levante y la seguiriya, pero lógicamente más no se le puede pedir al cantaor catalán.
Cuplé por bulerías de Antonio Gallardo Molina dedicado a La Paquera -que Poveda ya cantó en el homenaje que le rindió Moraíto a Francisca Méndez en el pasado Festival de Jerez- y Alfileres de colores, trufadas entre los versos de aquella selección cupletera que supone La radio de mi madre, donde se encuentran Ojos verdes, La bien pagá, Limosna de amores… Son los cantes populares de Poveda y ahí el público se hinca de rodillas a sus pies.
Tras un intermedio en el que Miguel cede su sitio a "mi cantaor favorito de trece años", el jovencísimo ecijano Quico Peña que con sólo unas alegrías puso bocabajo al respetable, el de Badalona recordó los tientos de Cádiz que incluye en su disco Viento del Este, y una tanda de tangos trianeros de La Niña, Mairena y El Titi, antes de cerrar con un fin de fiesta improvisado en el que le acompañaron Carmen Grilo, José Valencia y hasta una apoteósica patá por bulerías de Periquín. Grilo y Poveda. Poveda y Grilo. Dos figuras indiscutibles. Dos talentos con un corazón tan enorme como enorme e ilimitado es el arte que atesoran. Una noche memorable. Preludio, me dicen, de la próxima Bulería.
Pero es que, además, generosa y solidaria como es esta bendita tierra, la noche no pudo ser más especial. Intercambiando impresiones con la máxima responsable de la Cultura jerezana, Loli Barroso, llegamos a la conclusión de que sólo en Jerez, en una misma noche y por un precio más que moderado, uno puede asistir a una cena de primera; disfrutar con un flamenco de Champions League; y, por si fuera poco, contribuir con un objetivo más que justo: ayudar a quienes más lo necesitan en estos tiempos revueltos de crisis y recesión económica.
Las actuaciones estelares corrieron a cargo del bailaor jerezano Joaquín Grilo y del cantaor badalonés Miguel Poveda. Ambos estuvieron respaldados en sus intervenciones por el pulcro y contundente toque del también jerezano Alfredo Lagos. Primerísimas figuras del star system del flamenco actual que acudieron al recinto de la familia Estévez con la misma profesionalidad de siempre y dispuestos a entregarse tras haber recibido la urgente llamada de la solidaridad.
Grilo y Poveda parecen bendecidos por aquello que proclamaba el llorado Chano Lobato: "Me gusta tanto esto, que trabajaría hasta gratis". El padre de Caracol escuchó cantar a La Paquera y le dijo que Dios, cuando tira una pelotita, sabe bien dónde la tira. Ese toque divino parece residir también en dos artistas que ofrecieron sus mejores galas en las casi dos horas de actuación que propusieron ya entrada la madrugada de ayer.
Carmen Grilo doliendo por soleares de Tomás Pavón y su hermano Joaquín retorciéndose, haciendo como el que improvisa mudanzas de ensueño. José Valencia lamentándose por el Moreno, recordando los ecos de Silverio, La Parrala y Juan Breva. Y Joaquín pisando con fuerza las tablas, a pecho descubierto, a porta gayola. Frenando en seco y dibujando en el aire, con toda la sutileza y el histrionismo que encierra en su interior, una media verónica de Paula. Remate sin solución de continuidad por bulerías. Todo recuerda a Leyenda personal, su último espectáculo. Más Grilo, más Carmen, más Lebrija. Miren ustedes, yo esto no alcanzo a explicarlo. Qué no. Que a Grilo hay que verlo, que hay que paladear su baile inalcanzable, inabarcable. Que hay que dejarse engañar por sus quiebros y escorzos. Sinuoso, apuesto, socarrón.
Grilo en estado puro. Del compás binario a la amalgama. Principia por tangos y sale airoso en un fin de fiesta en el que regala su amplio repertorio de grilerías: se cubre la cabeza con la chaqueta, se sube los pantalones hasta las rodillas, se agita, parece que se cae pero acaricia tierra firme con sus manos. El público entregado con el flamenco generoso y proverbial de Joaquín y su gente.
Poveda arranca por cantiñas de Manolo Vargas, Pericón y Pinini. Cierre por bulerías de Cai caracoleando con el maldito calderero. Su perfecta afinación y colocación de una voz cantaora y armoniosa de ricos y variados matices, le llevan al recogimiento, a escudriñar entre los recovecos de su garganta. Ahí pellizca sin contemplaciones. Geniales falsetas de Lagos en la malagueña de Chacón -tan clásicas como rabiosamente frescas-. Tras ella, el par de abandolaos con recuerdos en los tercios a la rondeña de Romero y los verdiales de Vallejo. Exquisito gusto y una sensibilidad en el toque portentosa. Soleares de Charamusco, revisitación personalísima de los cantes maireneros en la voz del gachó catalán que parece por momentos plazuelero. Su clásico recital sin concesiones. Echamos en falta sus cantes de Levante y la seguiriya, pero lógicamente más no se le puede pedir al cantaor catalán.
Cuplé por bulerías de Antonio Gallardo Molina dedicado a La Paquera -que Poveda ya cantó en el homenaje que le rindió Moraíto a Francisca Méndez en el pasado Festival de Jerez- y Alfileres de colores, trufadas entre los versos de aquella selección cupletera que supone La radio de mi madre, donde se encuentran Ojos verdes, La bien pagá, Limosna de amores… Son los cantes populares de Poveda y ahí el público se hinca de rodillas a sus pies.
Tras un intermedio en el que Miguel cede su sitio a "mi cantaor favorito de trece años", el jovencísimo ecijano Quico Peña que con sólo unas alegrías puso bocabajo al respetable, el de Badalona recordó los tientos de Cádiz que incluye en su disco Viento del Este, y una tanda de tangos trianeros de La Niña, Mairena y El Titi, antes de cerrar con un fin de fiesta improvisado en el que le acompañaron Carmen Grilo, José Valencia y hasta una apoteósica patá por bulerías de Periquín. Grilo y Poveda. Poveda y Grilo. Dos figuras indiscutibles. Dos talentos con un corazón tan enorme como enorme e ilimitado es el arte que atesoran. Una noche memorable. Preludio, me dicen, de la próxima Bulería.
Enhorabuena, la idea de este blog es formidable, espero que sirva para concienciar a todo el que lo lea y colabore con la gran labor que esta haciendo la Bolsa de Caridad.
ResponderEliminarFelicidades.
Feliciano Merino.